martes, 30 de octubre de 2012

Sam Thompson, el amigo de los bonsáis

Mi historia con la jardinería, aunque corta, está cuajada de fracasos. Unas Navidades a mi jefe le regalaron un bonsái, era un naranjo chiquitín, precioso, pero lo dejó a mi cuidado y el pobrecillo no llegó a Semana Santa.
Vi como se iba secando día a día hasta que tuve que rendirme a la evidencia y tirarlo a la basura. Yo le eché la culpa al aire acondicionado, pero admitámoslo, nunca he tenido mano para las plantas, por eso admiro tanto a la gente, como mi madre, que las comprende y las mima con infinita paciencia. 
No volví a pensar en el malogrado arbolito hasta que este verano fui a visitar el santuario Meiji Jinju de Tokyo un domingo por la mañana y me encontré con esta exhibición de bonsáis. Los había de todas las formas, colores y tamaños, un verdadero espectáculo.
Hasta ahí, todo normal ¿dónde vas a encontrar bonsáis si no es en Japón? Bueno, en honor a la verdad la técnica se inventó en China hace dos mil años, pero no cabe duda que los japoneses, con su trabajo minucioso, han alcanzado la perfección desde que llegó a sus islas hace ocho siglos.
Lo que me llamó la atención es que al frente de la exhibición y respondiendo a las preguntas del público había un chico rubio de ojos azules. Así que me dirijí a él, encantada de poder charlar un rato con alguien en inglés, para variar. Así fue cómo conocí a Sam Thompson, un australiano de veintiun años que se mudó a Japón hace ya algunos meses para profundizar en el estudio del cuidado de los bonsáis con un profesor nativo.
Sam presume de no haber estropeado nunca un ejemplar. Él insiste en que cada árbol te habla y te pide lo que necesita, sólo hay que escucharlos. Yo creo que mi naranjo era mudo, por eso tuvo un final tan trágico...
Cuando le pregunté cuál era el más especial de todos me señaló este pino negro de ¡400 años! y valorado en medio millón de dólares. Parece increíble que este pequeñín lleve cuatro siglos contemplando la historia, viendo desfilar ante sí generación tras generación de emperadores y de cuidadores que se ocuparon de sus necesidades, pero nunca le dejaron crecer. Se me ocurre que debe sentirse como una de esas ancianitas chinas a las que les vendaban los pies sin que a nadie le importase cómo se sentían.
Como regalo de despedida, Sam me dio este puñado de agujas del pino centenario para que sintiese su aroma. También me explicó que las agujas de pino significan un nuevo comienzo en la vida, borrón y cuenta nueva de los errores del pasado. Yo las he guardado como signo de respeto a este ser maravilloso que ya ha vivido más de diez vidas como la mía, y que probablemente siga ahí cuando todos nosotros ya no estemos.

lunes, 22 de octubre de 2012

Café Lord Byron, Avilés

"Siempre podía encontrarse a alguien con quien pegar la hebra o con quien compartir una bebida o un silencio", así describía Fernando Fernán-Gómez el Café Gijón en su novela "¡Stop! una novela de amor", descripción que tomo hoy prestada para explicaros cómo es para mí el Lord Byron, uno de esos lugares donde uno se siente como en casa y el café siempre viene acompañado de una sonrisa.

Ambigú oficioso del vecino Teatro Palacio Valdés, en sus veinte años de historia ha pasado por sus mesas lo mejorcito de la escena española. Rara es la semana en que no se cuece algo en el Byron: proyecciones, intercambio de libros, clases de conversación en inglés, conciertos, exposiciones... Todo gracias a su propietario Guti, optimista sin remedio y promotor incansable de su ciudad, que también es la mía y para la que ambos soñamos un futuro brillante que aún está por llegar, pero que sin duda llegará.
Hace unos días recibía con tristeza la noticia de que el Byron pasa por serias dificultades económicas e incluso amenaza cierre. Deseo de corazón que esto sea sólo un bache y que sigamos disfrutando al menos otros veinte años más de un local que ya es historia de nuestra villa. Seguro que el entusiasmo de Guti y Pedro y el apoyo de sus parroquianos lo hará posible.

martes, 16 de octubre de 2012

Miguel Watio en la Sala Murillo

Ya hace unos años que le  vengo siguiendo la pista a Miguel Watio a través de su blog y francamente, me gustaba mucho lo que veía. Ya estaba deseando disfrutar de sus obras expuestas en alguna sala asturiana.
Me perdí su primera individual el año pasado en Cornión pero me consta que fue un éxito de crítica y público.
Por suerte durante este mes de Octubre volvemos a tener ocasión de ver la obra de Watio en la Sala Murillo de Oviedo; comparte espacio con Mª José Villaverde Beaustegui en la muestra que lleva por título"Sociedad Limitada".

Miguel Watio (nacido Miguel Jiménez en Sevilla,1966) se considera a sí mismo un artista pop, y por supuesto que lo es, no puedo estar más de acuerdo. Lo que ocurre es que se ha abusado tanto del término Pop Art en los últimos años que para muchos no es más que una pintura de colorines sin ningún contenido.
Nada más lejos de la realidad, el pop de Watio se parece al de aquellos pioneros de los años 50 que crearon una nueva forma de entender el arte, utilizando los colores y texturas del cómic y la publicidad para transmitir un mensaje no exento de ironía.
El artista pop recurre a los objetos más familiares y cotidianos, pero los aisla o los combina con otros elementos de formas insólitas que les otorgan un nuevo significado.
Eso es exactamente lo que hace Watio, fuera de su contexto habitual los personajes más insignificantes, una monja, un ciclista o un guardia urbano, se elevan a la condición de protagonistas.
Hace poco oí decir al pintor catalán Benjamí Tous que una de las reglas de oro del arte es que se debe huir de la anécdota, pero que como cualquier regla, ésta tenía una excepción: que la anécdota sea buena.

Es éste el caso de Miguel, las anécdotas presentes en todas sus obras no nos molestan porque son buenísimas. Cada pintura tiene su punto de humor, casi siempre ácido, del que se vale para criticar aquello que no le gusta del mundo que le rodea.
Aunque no pude acompañar a Miguel el día de la inauguración, tuve ocasión de hacer una visita guiada de la mano de la galerista Teresa del Cano. Basta charlar con Teresa cinco minutos para ver que lo suyo por el arte es una verdadera vocación, da gusto el entusiasmo con el que habla de sus artistas. Muchas gracias por todo, volveremos a visitarte...
SOCIEDAD LIMITADA
4-23 octubre
SALA MURILLO
Marqués de Pidal, 17 Oviedo
           www.galeriamurillo.com