jueves, 30 de abril de 2015

Lo mejor de Kamakura, Japón

Tokyo es fascinante, eso está fuera de toda discusión, pero después de unos días de luces, música estridente y multitudes puede llegar a resultar abrumadora; es el momento de tomarse un respiro, un fin de semana a Kamakura, a sólo una hora de tren de la urbe.
Esta pequeña ciudad, que fue capital del imperio allá por el siglo XII, es famosa por su gran concentración de templos y santuarios. No es mi intención hablarte de todos ellos, para eso te puedes comprar la "Lonely Planet" que lo cuenta muy bien. 
Pero sí me gustaría compartir contigo mi experiencia haciendo un repaso por algunos detalles que  me llamaron la atención durante mi visita. 
EL GRAN BUDA
Para ser exacto el segundo más grande de todo Japón con más de once metros de altura y ochocientas cincuenta toneladas de bronce fundido. Existe otro aún mayor en Nara, pero éste es más valorado desde el punto de vista artístico.
El Daibutsu, una representación del Amida Buddha, cuyo nombre se puede traducir como: "Luz infinita completamente consciente", está en el templo Koroku-in.
Visto así causa una gran impresión, parece muy poderoso ¿verdad? Pues te voy a contar un secreto, está hueco, de hecho se puede entrar a verlo por dentro. Este descubrimiento me recordó a la historia de el Mago de Oz, como veis los ídolos no siempre son tan consistentes como parecen. 
EL JARDÍN DE BAMBÚ
Hay lugares tranquilos, hay lugares pintorescos, hay lugares bonitos, pero ¿cómo podría describirte el bosquecillo de bambú del templo zen Hokoku-ji?
A riesgo de que me taches de mística, te diré que es uno de esos sitios donde el tiempo se para, donde una se siente en comunión con el universo; tiene una energía muy especial y cualquiera que haya estado allí te dirá lo mismo que yo.
Seguir el sendero de piedra y pasear tranquilamente entre los árboles disfrutando del silencio es toda una experiencia. 
Basta con decirte que había una casa de té la mar de coqueta y ni siquiera tuve ganas entrar a tomarme nada, eso en mí es raro...
Hay muy pocos entornos que me transmitan esa sensación de paz, sólo alguna catedral gótica y la mezquita azul de Estambul, donde podría pasarme horas sentada en el suelo sin pensar en nada. 
LAS ESTATUAS DE JIZO
Estas figuritas que parecen tan alegres, en realidad tienen una historia bastante triste.
Pertenecen al templo Hase-dera, dedicado a los viajeros y a los niños muertos, y son una ofrenda que depositan las mujeres que han perdido a sus hijos nonatos.
Hay cientos de ellos y a algunos hasta les ponen ropita de color rojo para que no pasen frío.
LAS HORTENSIAS
Si eres asturiano conocerás esta flor, una de mis favoritas. Es una hortensia, o dicho más finamente una hydrangea, ése es su nombre científico. En el norte se dan estupendamente porque es una planta a la que le gusta la humedad.
Estoy tan acostumbrada a verla en casa de mi abuela desde niña que me sorprendió enterarme de que no es una especie autóctona, procede de Sudamérica y también del Sudeste Asiático. 
Dio la casualidad de que llegué a Kamakura en el mes de Junio, justo a tiempo para ver las cuarenta variedades de hortensias que allí se dan en su mejor momento de floración.
Los jardines del templo Hase-dera son el lugar ideal para observar este fenómeno. Tal es el éxito que tiene este espectáculo de la naturaleza que tuve que guardar una larga cola y pagar un ticket para poder disfrutarlo.
Ahí fue donde me di cuenta de las grandes diferencias existentes entre los hombres japoneses y los españoles. Mientras los maridos nipones consideraban un planazo caminar ladera arriba y abajo sacando fotos y comentando las peculiaridades de cada planta, el mío huyó despavorido mascullando: Te espero en la playa.
LA PLAYA
Kamakura cuenta con otro reclamo turístico de primer nivel, sus playas. Yo estuve a mediados de Junio, cuando aún no había empezado la temporada, pero se intuía un gran ambiente de verano.
Lo que más me impresionó fue las señales de alerta de tsunamis que había por todas partes aconsejando que salieras corriendo si observabas cambios anormales en el nivel del agua.
Resulta inquietante pensar que esta apacible playa fue arrasada por el tsunami del año 2011. Pero la vida sigue su curso a pesar de estos desastres y Kamakura es un hervidero de gente joven con ganas de divertirse.
En los últimos años esta zona se ha convertido en visita obligada para los surferos japoneses.
Se ve a la legua la influencia californiana en los bares y tiendas, lo cual no es de extrañar, ya que son casi vecinos. Es que a veces se me olvida que el Pacífico se une por detrás del mapamundi.
EL HELADO DE BONIATO
No te voy a engañar, el motivo principal de mi visita a Kamakura era desgustar sus famosos helados. En Tokyo ya había probado sabores exóticos como el de té verde
pero mis amigos Eva y Christian me habían hecho jurar sobre la Biblia que no me iría de Kamakura sin probar el helado de boniato. Sólo disfrutar de esta cremosa delicia de color lila... ¡justifica el viaje!
Gracias por la recomendación, chicos. ¡A vuestra salud!

2 comentarios:

  1. Que bella experiencia.. esa sensación de paz que describes, y que tan sólo se aprehende en lugares concretos de nuestro planeta en los que por alguna razón, existe algo mágico que hace que puedas sentir la quietud absoluta.. Disfruté de esa sensación en el crucero que recorría el Nilo, lo hice en el mes de diciembre con una temperatura perfecta, y pude disfrutar de esa indescriptible sensación de paz, días en los que tu existencia podría detenerse y subsistir únicamente con el alimento de esa plenitud, que anhelo volver a experimentar de nuevo.. como todos, genial tu artículo Eva!!

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    1. Mmm, ¡Egipto! Ése es otro de mis destinos pendientes, ya me contarás...

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