domingo, 17 de mayo de 2015

Murales de Pilsen, Chicago

A primera vista el nombre de este barrio te hace pensar en cerveza ¿no? Pues sí, no son imaginaciones tuyas. Aquí fue donde se asentaron los primeros inmigrantes checos procedentes de Bohemia, que llegaron a Chicago a finales del siglo XIX.  Para mitigar su nostalgia le pusieron el nombre de la ciudad más importante de su región.
El sur de Chicago siempre ha sido el hogar de los más pobres, de los extranjeros y marginados. De hecho ninguna guía te aconsejará aventurarte por los vecindarios que están más al sur; hay zonas que pueden llegar a ser peligrosas para el que no las conoce.
Allá por los años sesenta, llegaron a Pilsen hordas de trabajadores mexicanos que hasta entonces vivían en la zona donde se había comenzado a construir la universidad.
Una de las cosas que más me sorprenden de Chicago es que se haya concentrado tan al norte una comunidad mexicana tan nutrida. Como suele ocurrir con casi todos los hispanos, ocupan los puestos menos valorados en los barrios ricos del norte, son prácticamente invisibles. El mexicano siempre es el barrendero o el que te atiende en el Mc Donald's.
En Pilsen la cosa cambia, es el corazón del orgullo mexicano de Chicago, aquí el gringo es el extranjero. Es la mejor zona para disfrutar de comida mexicana auténtica y no tex-mex descafeinado, sólo se oye hablar español por la calle y allí se encuentra  el Museo Nacional de Arte Mexicano, fundado en 1982, el más grande de Estados Unidos dedicado al arte latino.
Lo más conocido y vistoso de Pilsen son sus murales. La estación de metro ya es un  estallido de color, como preludio de lo que luego te vas a encontrar en las calles.
Siguiendo la tradición de los grandes muralistas del pasado como Diego Rivera, los mexicanos han reflejado su identidad en los muros de Pilsen.
Los hay monumentales y los hay que ocupan sólo una puerta. Unos representan personajes de la cultura popular como Cantinflas o el Chavo del 8, otros reivindican los derechos de los inmigrantes y otros muchos plasman motivos religiosos, pero todos ellos merecen la pena.
No obstante, siento deciros que la autenticidad de este barrio corre peligro. Ya ha empezado a sufrir lo que yo llamo colonización del siglo XIX: la gentrificación; o dicho en otras palabras, los ricos del norte invaden a los pobres del sur.
En los últimos años muchos artistas se han instalado en el barrio atraídos por los alquileres baratos, y tras ellos, como suele ocurrir, han desembarcado los hipsters. Así que sólo Dios sabe cómo será Pilsen dentro de diez años, quizá nos lo encontremos lleno de cafés pijos y tiendas de bicis. El tiempo lo dirá.

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