martes, 8 de septiembre de 2009

La Plaza Djemaa el Fna, Marrakech


Lo quieras o no, en Marrakech todos los caminos llevan a la gigantesca Plaza Djema el Fna. Reconozco que la primera vez que la vi, me provocó cierta desilusión. Era por la mañana y el sol calentaba de firme, por lo que sólo se veía la actividad diaria del mercado, los omnipresentes puestos de zumos de naranja y el ir y venir de las motos y los transeuntes. El zumo, delicioso; y la plaza en sí, pintoresca, pero no llegó a impresionarme.

Ahora bien, por las tardes la cosa cambia. Ese mismo día, mientras me tomaba un café en la azotea del Café de París, fui testigo de una transformación sorprendente. Conforme el sol se iba ocultando, cientos de puestos surgían de la nada hasta cubrir por completo la plaza, que se llenó de gente hasta no caber un alfiler.


Mujeres bereberes que insisten en decorarte las manos y los pies con henna, buhoneros que vocean remedios para todas las enfermedades posibles, encantadores de serpientes, monos amaestrados, acróbatas, músicos, bailarines, sacamuelas, contadores de historias... Todo un circo al aire libre que atrae tanto a marroquís como a turistas extranjeros.
Algo muy típico es cenar en los puestos de comida de la plaza. Algunos son un simple carro con unas cuantas banquetas alrededor donde se sirve un único producto, en la mayoría de los casos, caracoles. Reconozco que no me atreví a probarlos...



Otros son verdaderos restaurantes al aire libre, con parrillas humeantes donde se preparan carnes, pescados y mariscos a la vista del público y los camareros te sirven en una de las muchas mesas instaladas.


Aunque tienes la oportunidad de pedir todo tipo de platos exóticos, yo fui a lo seguro y me decanté por un clásico compuesto de entrantes, calamares y brochetas.




Aunque en Marruecos se puede encontrar un café excelente, después de una comida copiosa, no hay nada mejor que un té a la menta en cualquiera de los cafés de la plaza. Pero no hagais como muchos turistas que he visto, que se apresuran a sacar del vaso las hojas de menta en cuanto les traen la infusión. Lo mejor es dejar que se impregne bien del aroma y el sabor de esta planta antes de consumir esta bebida, que refresca y quita la sed mucho mejor que el agua.
Si todavía os queda un huequecito para el postre, al principio de la calle Bab Agnaou, está la heladería Ice Legend. Tiene los mejores helados artesanos que he probado en mi vida, especialmente el de naranja, tan natural que tiene hasta trocitos de pulpa. A los muy golosos os recomiendo que pidais el Legend, el sabor especial de la casa.


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