domingo, 21 de marzo de 2010

Sólo en París


Hay cosas que algunas personas sólo hacen en vacaciones, como llevar pareo, comer en los chiringuitos o cantar en un karaoke.


Pues bien, se me ocurren al menos cinco cosas que yo sólo hago cuando estoy en París:

VISITAR CEMENTERIOS
De antemano suena un poco macabro, pero es que esta ciudad ha conseguido hacer un reclamo turístico de todo, hasta de los ciudadanos ilustres de sus camposantos. Quizá el más conocido sea Père-Lachaise, el más grande de París, con las tumbas de Jim Morrison, Maria Callas, Molière, Oscar Wilde, Gerda Taro... La lista es interminable.

Pero para mí también tiene un encanto especial el de Montparnasse, por las tumbas pareadas que recuerdan la historia de amor de Jean Paul Sartre y Simone de Beauvoir; la de Baudelaire, que casi pasa desapercibida; y sobre todo la de mi admirado Serge Gainsbourg, siempre cubierta de billetes de metro en recuerdo de su canción “Le Poinçonneur des Lilas” y de Gitanes, los cigarrillos que a él tanto le gustaba fumar.

SUBIR ESCALERAS

Para subir a un primer piso, tomo el ascensor. Sin embargo, estoy encantada de llegar sin aliento al Sacre Coeur, bien por la escalinata situada delante o por las escaleras de Montmartre.

Y estoy dispuesta a subir los 387 peldaños de las espiral que lleva a las torres de Notre Dame sólo para comprobar que todas las quimeras siguen en su sitio.


ENTRAR EN GRANDES ALMACENES

Siempre prefiero las pequeñas tiendas con encanto a las grandes superficies, en mi vida diaria huyo de El Corte Inglés como de la peste. Pero hay algunas excepciones: dos de ellas son los vecinos y rivales La Fayette y Printemps.

Entro en La Fayette cada vez que paso por la zona de Opera aunque sólo sea para ver las vidrieras de su cúpula, más propias de un teatro o un palacio que de un comercio. Y Printemps, con sus primerísimas marcas: Chloé, Balenciaga, Lanvin, Chanel, Tiffany...

El colmo de la sofisticación es su sección de lencería, a la que no lo falta una amplia selección de juguetes eróticos. Desde luego, está claro que las francesas nos han tomado la delantera.

MERENDAR
En casa nunca tomo nada a media tarde, pero es que en París hay tantas tentaciones que no me puedo resistir:

Un crepe en Montmartre es mucho más que un frixuelo con Nocilla, la fruta de las fruterías y los puestos callejeros es toda una tentación, ante un croissant de mantequilla no sé decir que no,

y sobre todo, los dulces de la pastelería Stohrer, al pasar por la rue Montorgueil, hacen que me quede babeando ante el escaparate. Confiterías con casi trescientos años de historia no se encuentran todos los días, ésta fue fundada en 1730 por un pastelero traído a la corte por la esposa polaca de Luis XV.


DEJARME "TIMAR" EN LOS CAFÉS
Por lo que cuesta en mi ciudad un menú del día, en París sólo me da para tomarme un café, pero me compensa.

Adoro esos locales con solera, con sus suelos originales, sus mesas de mármol, sus camareros con delantal.

Sentarte en la terraza del Café de Flore o Les Deux Magots, es como beberse a sorbos la sabiduría de los artistas e intelectuales que frecuentaron sus tertulias.

2 comentarios:

  1. Nosotros casi nos quedamos encerrados en el cementerio de Montmartre por andar buscando a la desesperada la tumba de Alphonsine Plessis, alias "La Dama de las Camelias". Al final la encontramos in extremis gracias a la ayuda de un amable parisino, tuve el tiempo justo de hacer la foto y salir corriendo, literalmente...cómo echo de menos esas maravillosas aventuras de los interrailes!

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  2. Ja,ja, sí, es que son tan grandes que es difícil encontrar lo que buscas hasta con mapa.

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