domingo, 18 de diciembre de 2011

Brighton Pier

De los tres característicos muelles de recreo que se alzaban en la costa de Brighton sólo queda éste, el ahora conocido como Brighton Pier. En la época de su construcción original, allá por 1823, era una estructura mucho más rudimentaria, un sencillo embarcadero al que arribaban los barcos de pasajeros procedentes de la localidad francesa de Dieppe.
El caso es que vecinos y veraneantes se aficionaron a pasear por el muelle, y sus gestores, viendo el filón que suponía, empezaron a cobrar entrada.
Fue sólo cuestión de tiempo que las pitonisas y los siluetistas se instalasen en la zona buscando hacer negocio.
Las continuas tormentas que azotaban la costa terminaron destruyendo el muelle casi por completo, lo que obligó a una remodelación total que dio lugar al muelle que conocemos ahora.



En 1899 se abrió al público un verdadero palacio, una suntuosa estructura que se adentraba más de medio kilómetro en el mar.

Lo bautizaron The Brighton Marine Palace, y la noche de su inauguración, con el encendido de tres mil bombillas, supuso todo un acontecimiento en la ciudad.



Al principio en la cúpula central se tocaba música en directo y pocos años después se convirtió en un teatro.

Aunque el lugar ha cambiado mucho desde entonces, no cuesta nada imaginarse a las damas elegantes y los caballeros londinenses dejándose ver en el paseo.



En la actualidad, lo que abunda son los turistas, el ruido de las maquinitas y las tiendas de souvenirs horteras. Ver la montaña rusa, el guitar hero o el toro mecánico en un entorno tan bonito, da un poco de pena.


Eso sí, hay que admitir que el Brighton Pier tiene un mantenimiento impecable, se pinta todos los años, por la noche lo iluminan sesenta y siete mil bombillas y en él trabajan nada menos que quinientos empleados.

Francamente, merece la pena visitarlo, sentarse en un banco con un buen libro y comer en el fish & chips.

A mí es que siempre me han gustado estos sitios con el equilibrio perfecto entre lo elegante y lo kitch, como el Monte Igueldo de San Sebastián o Coney Island en Nueva York.


Y no debo ser la única, porque hay quien elige el pier para celebrar su boda...


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