Aunque no te lo creas, la semana pasada vi la saga de El Padrino por primera vez en mi vida. Sé que la han puesto en la tele mil veces y que es uno de esos imprescindibles que todo el mundo conoce, pero yo no había visto ninguna de las tres películas.
Ni que decir tiene que las tres cumplieron holgadamente mis altas expectativas; sin duda han aguantado bien el paso del tiempo. Y eso es lo que distingue un peliculón de un rompetaquillas de palomitas.
Es por eso que me he acordado del Caffe Trieste, una de mis dos o tres cafeterías favoritas de San Francisco, y créeme que la competencia es grande porque en esta ciudad se toma muy buen café, nada que ver con ese brebaje aguado de otras zonas de Estados Unidos.
El Caffe Trieste se inauguró en 1956, lo en un país con dos siglos de historia viene a equivaler a la antigüedad del Escorial para un español.
Su fundador, el emigrante italiano "Papa Gianni" Giotta, que falleció el pasado verano, se hizo famoso no sólo por lograr que los americanos aprendiesen a apreciar el cappuccino, si no por sus dotes de cantante que desplegaba en los famosos conciertos del sábado noche que aún se celebran en el local.
Aquí se reunieron los miembros de la generación beat, sus paredes están llenas de fotos de celebridades de origen italiano, pero por lo que va a pasar a la historia es por los muchos días que pasó Francis Ford Coppola escribiendo el guión de la primera parte de El Padrino sentado en una de sus mesas.
En la actualidad el Trieste se ha convertido en una pequeña cadena de cuatro cafeterías que siguen en manos de la familia repartidas por la vecinas Oakland, Berkeley y Monterey.
Aunque no conozco ninguna de esas nuevas sucursales, dudo que puedan ser tan auténticas y acogedoras como el original, con sus amplios ventanales y sus mesas de mármol.
Aunque ni siquiera tiene servicio de mesas y el trato de los camareros es de todo menos amable, en el Caffe Trieste me he sentido siempre como en casa y en sólo diez días que duró mi estancia en San Francisco lo visité tantas veces como me fue posible.
Y es que cualquier carencia queda compensada por su maestría a la hora de preparar el cappuccino, el latte o el expresso y también por su privilegiada ubicación.
Claro, es que aún no te he contado que se encuentra en North Beach, que viene a ser el Little Italy de San Francisco, uno de mis barrios favoritos de la ciudad donde se respira tranquilidad: calles arboladas sin tráfico, anticuarios, terracitas, restaurantes coquetos, auténticas pizzerías italianas, zapaterías y sombrererías a medida...
Así que si te animas a conocer San Francisco, cosa que recomiendo, la visita no está completa hasta que no te hayas tomado un buen café y una galleta en el viejo Caffe Trieste. Y me despido con esta cita que me encontré en la puerta del servicio del Trieste y me parece un excelente consejo para andar por la vida: "Deja que los pensamientos fluyan como el viento".
Caffé Trieste
North Beach
601 Vallejo Street
San Francisco, CA
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