Esta noche ceno con un grupo de fotógrafos asturianos a los que aprecio mucho, en especial a su maestro Víctor Monte, al cual le debo el haber conocido a los clásicos de este arte. Nunca he sido alumna suya, pero sí he visitado su casa en numerosas ocasiones y, aunque sea por persona interpuesta, he recibido sus enseñanzas sobre la fotografía y lo que es más importante, sobre la vida.
Por eso hoy he elegido un tema que creo que les va a interesar a todos ellos, la exposición de Francesc Català-Roca en el Círculo de Bellas Artes de Madrid que se clausura la próxima semana.
Yo tuve la suerte de visitarla hace un par de meses en compañía de lo mejorcito de este gremio en Madrid, aunque no os creáis que hice demasiado caso de sus sesudas críticas y reflexiones sobre el arte.
No sé si hago bien, pero me gusta conservar la mirada virgen del profano, que disfruta de la imagen sin caer en tecnicismos.
Yo creo que el propio Català-Roca (Valls 19222-Barcelona 1998) opinaba como yo. He leído que la elección del 6x6' no se debía a una decisión estética si no a la versatilidad que le daba para recortar las fotos posteriormente y que se ajustasen al formato horizontal o vertical que le exigían las publicaciones para las que trabajaba,
de lo que saco en conclusión que consideraba el reportaje fotográfico un medio al servicio del mensaje más que un fin en sí mismo.
Parece ser que la gran motivación de Català-Roca a la hora de fotografiar era retratar una España que estaba desapareciendo.
Hay que tener en cuenta que casi todas estas fotos están tomadas en la década de los 50 y los 60, una época de grandes cambios en nuestro país.Él mismo reconocía que muchas de las escenas que captaba habrían desaparecido en cinco años.
Lo entiendo perfectamente. ¿Quién no ha tenido esa sensación de que el mundo tal cual lo conocemos se desvanece ante nuestros ojos? Ése es uno de los motivos por los que yo hago fotos o escribo este blog, para conservar las cosas que quiero retener tal como fueron en un instante.
Cuántas veces nos sorprende ver que ha cerrado un café o una tienda de ultramarinos de toda la vida.
Yo casi siempre llego tarde para preservar el pasado aunque sea con una foto, pero él sabía verlo a tiempo y éste es uno de sus grandes méritos.El maestro atesoró esos treinta años de historia de España en doscientos mil negativos, todos ellos técnicamente perfectos, ya que Català-Roca descartaba el disparo imperfecto.
Consideraba que escoger entre todas las opciones que hay a nuestro alrededor ya constituye un acto de creación.
En cuanto al oficio, sus imágenes tienen siempre el encuadre más adecuado, son técnicamente intachables.
Maneja la luz con tal maestría que muchas veces, en vez de ser un elemento más de la fotografía, se convierte en el protagonista absoluto.
En lo tocante a la temática, retrata tanto la España rural como la capital que se va modernizando día a día.
Ese Madrid lleno de contrastes en el que azafatas y hombres de negocios se mezclan con las loteras de la Puerta del Sol.
Viajero incansable, capta con su cámara trajes típicos, oficios y fiestas patronales de los pueblos más apartados de: Galicia, Toledo, Ibiza...
La España rural de los 50 no ha cambiado sustancialmente desde los tiempos del Lazarillo.En sus reportajes es frecuente ver caras conocidas como la bailaora La Chunga cuando no era más que una gitanilla de Montjuic,
Joan Miró trabajando en su estudio,
el pintor Salvador Dalí, al que retrató en numerosas ocasiones,
Lucía Bosé y Luis Miguel Dominguín en una corrida organizada por éste en un pueblo de Cuenca allá por el año 1955,
o el prestigioso oftalmólogo Doctor Barraquer junto a su hija abrazando a un chimpancé.
Afirmaba que nunca había tenido problemas a la hora de fotografiar a la gente, ya que sabía de manera intuitiva a quién preguntar.
Para concluir sólo puedo deciros que conocía gran parte de su obra por los libros, pero ver esas ciento cincuenta obras que reúne la exposición: "Català-Roca: Obras Maestras" al natural es algo que impresiona a cualquiera.
Y como colofón de una tarde muy especial, qué mejor que unas cañas en La Dolores en compañía de estos grandes fotógrafos.
De izquierda a derecha: Enrique Saenz de San Pedro, Juan Carlos Vázquez, José Magano, Rafael Fernández y Rubén Morales.
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