domingo, 1 de abril de 2018

Williams, rumbo a Grand Canyon


¡Buenos días! El día empieza temprano en Williams, Arizona, si no madrugas te vas a perder parte del espectáculo. Espero que hayas descansado porque nos espera una jornada movidita.
Así que antes de nada una parada en el Diner Goldies route 66 para tomar un desayuno de campeones bajo en nutrientes y rico en grasas saturadas: tostadas francesas con fresas y nata para el caballero y waffle con sirope de arce para la señora. 
Todo ello acompañado de café estilo americano/aguachirri con "leche de avión", ya sabes, donde fueres haz lo que vieres. Luego ya tendrás todo el año para desayunar copos de avena ecológica.
Ya con la barriga bien llena nos dirigimos a la estación de ferrocarril para ver el consabido espectáculo del Oeste con disparos, peleas entre sheriff y cuatreros, caballos que agachan la cabeza y tiran a sus jinetes al abrevadero...
De acuerdo que el show no puede ser más tópico, pero sigue funcionando igual de bien que en los tiempos de Buffalo Bill divirtiendo a los niños de hoy y también a los de ayer. ¡Hasta yo me saqué una foto con el vaquero guapo!
Justo después, a las 9.30 sale el Grand Canyon Railway, una de las maneras más populares de visitar el Cañón, sobre todo para las familias con niños.
Consiste en un recorrido de 130 millas, dos horas y cuarto y otras tantas de vuelta por la orilla sur del cañón, todo ello en trenes históricos y con la compañía de actores caracterizados que amenizan el viaje con historias y canciones.
Otra forma de entrar en el Parque Natural Grand Canyon es por carretera en tu propio vehículo, con total libertad para caminar por la zona e ir disfrutando de las vistas desde los muchos miradores dispuestos a lo largo de la ruta.
Si tienes poco tiempo, te agobia el calor o no eres aficionado a las caminatas, hay una tercera opción, que es la que yo escogí y que recomiendo a todo el que quiera disfrutar de Grand Canyon en todo su esplendor.
Y no es otra que sobrevolarlo en avioneta, o mejor aún, en helicóptero, ya que por sus características puede descender a la garganta del río Colorado para verlo con detalle a través del frente y el suelo de cristal. Si puedes siéntate al lado del piloto; es me encanta ver cómo accionan el joy stick, con esa desenvoltura del que conoce bien su trabajo; que en vez de pilotando una nave se diría que está echando una partida de Prince of Persia en el sofá de su casa.
Los vuelos salen de un pequeño aeropuerto comercial cerca de la entrada del Parque, y como son bastante frecuentes, lo normal es que no tengas que esperar más de media hora para despegar.
El viaje que yo escogí, de unos cincuenta minutos, te muestra las orillas Sur, Este y Norte. Viendo las fotos, creo que las palabras están de más. Grand Canyon, con su gama de colores, su inmensidad, las aguas turquesas del río Colorado en el fondo, no se parece a nada que yo haya visto antes. Sin duda, es una de esas cosas que hay que ver al menos una vez antes de morir.
Si eres de los que te gustan los datos, para que te hagas una idea:  1500 metros de profundidad, 446 km de longitud y 1700 millones de años de antigüedad, casi nada...
Una vez finalizada nuestra aventura aérea aún puedes llegar a la vecina Flagstaff antes de la hora de la comida, y si el vuelo ha despertado el piloto frustrado que llevas dentro, te aconsejo que visites Planes of Fame.
Este museo de la aviación, situado en la población de Valle, justo en el cruce entre Williams y Flagstaff está regentado por una simpática pareja de hippies dicharacheros, ya entrada en años, que te recibirán con café recién hecho y los brazos abiertos.
Cuenta con una amplia colección de aviones de diferentes  épocas, vehículos militares y documentación. Gracias a la dedicación de los voluntarios, muchas de estas reliquias aún funcionan y participan en exhibiciones de clásicos  por todo el país.
El día toca a su fin y es hora de retornar a Williams para pasar nuestra última tarde. Mañana continuaremos ruta, a donde la Mother Road quiera llevarnos.

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