viernes, 11 de octubre de 2013

La filiación: un capricho

Estaba deseando contaros que me he dado un Capricho, y no me refiero a unas botas de Zara o un masaje con chocolate, un Capricho con mayúsculas, es decir, uno de Goya.
Siempre suelo pararme a ver el escaparate del taller de enmarcación de Bruno Trelles; a pesar de hacer sólo dos exposiciones al año siempre suele tener obra gráfica interesante. Pero lo que vi allí este mes de Agosto  superaba todas mis expectativas. Francamente, me dejó con la boca abierta.
Dos paredes repletas de los Caprichos de Goya pertenecientes a la 4ª y 5ª edición, que datan de 1878 y 1881 respectivamente. En cuanto tuve ocasión fui a visitar la exposición con calma y aprovecho para señalar que Bruno me atendió con infinita paciencia respondiendo a todas mis preguntas y explicándome los conceptos básicos de la técnica del grabado, totalmente desconocida para mí.
Así supe que los Caprichos fueron la primera colección concebida por Goya para ser vendida como un conjunto, las ochenta obras que lo componen se presentaban encuadernadas con unas pastas como éstas, que reproducen el grabado Nº1, el autorretrato del autor.
Finalizados en 1799, cuando el artista contaba 53 años fueron anunciados en la prensa madrileña de la época y vendidos en un comercio de perfumes y licores sito en el número 1 de la calle Desengaño de Madrid, es decir, en pleno barrio de Triball.
A pesar del éxito, poco tiempo estuvieron a la venta. Goya, viendo las orejas al lobo feroz de la Santa Inquisición y de los gobernantes del momento decidió donar a la Real Calcografía tanto las planchas como los ejemplares que le quedaban de aquella primera edición. 
A cambio recibió del rey una pensión vitalicia para su hijo Javier.
Desde entonces las planchas han permanecido en manos de la institución, que ahora se llama Calcografía Nacional y han sido reproducidos en otras doce ocasiones. Las ediciones hechas en el siglo XX no fueron vistas con buenos ojos por los expertos, que consideraban que obras de arte como aquellas no debían ser expuestas al desgaste producido por nuevas impresiones.
Goya demuestra en esta colección su maestría como grabador, consiguiendo a través del aguafuerte y el aguatinta volúmenes y claroscuros que no parecen propios de esta técnica.
De hecho, aunque en España es famoso por sus pinturas, el aragonés se dio a conocer en toda Europa gracias a sus grabados, muy del gusto del Romanticismo francés.
En cuanto a la temática, Goya, simpatizante de la ilustración, critica con ironía los vicios y la ignorancia de los españoles de la época. La avaricia, la corrupción de los clérigos, la soberbia de la aristocracia, todos ellos temas que, lamentablemente, no han pasado de moda.
 
Por todas estas razones, en cuanto vi los Caprichos tuve la firme convicción de que por lo menos uno se tenía que venir conmigo a casa. La elección fue durísima, porque tanto mi compañero de piso como yo ¡nos los queríamos llevar todos! Y cuando por fin escogimos, cada uno tenía un claro favorito y no había manera de ponerse de acuerdo. Así que pusimos al  pobre Bruno en el brete de tirar una moneda al aire para que el azar decidiese cuál nos llevábamos.
Y por suerte salió el que a mí me gustaba, que es éste, el Nº57 de la 4ª edición, que lleva por título "La Filiación" y trata el tema de los matrimonios de interés.
El comentario que escribió el comediógrafo López de Ayala para este grabado dice así: "Se engatusa al novio con la executoria de su padre, abuelos y tatarabuelos. ¿Y ella quién es? Luego lo verá".
La escena presenta el minucioso escrutinio del árbol genealógico de la novia, que demuestra su rancio linaje.
La muchacha, con el rostro oculto tras una máscara de zorra que simboliza el engaño
sostiene la cabeza de su incauto prometido como queriendo tapar los inevitables cuernos que se adivinan en su frente.
Y así fue como un Goya, aunque sólo sea uno pequeñito del que existen cientos de copias, llegó a la colección Fernández-Heres.
Para los que tengáis interés en leer más sobre el tema os recomiendo el libro: Goya: Caprichos, Desastres, Tauromaquia, Disparates editado por la Fundación Juan March.
BRUNO TRELLES
C/Cura Sama, 1
Gijón
www.brunotrelles.com

2 comentarios:

  1. Di que sí Eva, a veces hay que hacer un sacrificio economico para poder obtener un placer inmenso cada vez que pases y observes tu pequeño grán Goya. Enhorabuena por tener algo tan valioso colgado en tu pared.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. ¿Verdad que sí? También tengo dos colodiones que no me canso de mirar... ¡Eso sí que es valioso!

      Eliminar

¿Qué te parece?