viernes, 28 de febrero de 2014

Alberto de las Heras

Bonito ¿verdad? Yo no me canso de mirarlo y eso que lo veo todos los días desde hace justo un año, que es el tiempo que lleva colgado enfrente de mi sofá.
Me acuerdo de la fecha porque me lo compré el día de los enamorados. Sé que es demasiado tópico eso de tener un flechazo en San Valentín, pero a mí me ocurrió el año pasado con la obra del pintor e ilustrador Alberto de las Heras.
Y además ocurrió de forma totalmente casual. Estaba pasando unos días en Madrid en casa de unos amigos y Marina nos invitó a visitar "Germania", una exposición dedicada al Berlín de la época nazi que se inauguraba en la galería donde trabajaba.
Decidimos acercarnos porque la galería en cuestión era la Fresh Gallery, en Coronel Aranda, 5,donde han expuesto artistas a los que admiro como Juan Gatti, Artefacto o Rubenimichi. 

La exposición de Alberto de las Heras (Cruces, Barakaldo 1973) me fascinó desde el primer momento no sólo por su talento artístico si no también por la elegancia que destilaba y por coincidir al cien por cien con mis referentes estéticos.
Todos estamos de acuerdo en que el Tercer Reich nunca debió existir, pero también debemos admitir que en lo que a estética se refiere, dio buenos frutos y aún hoy admiramos la arquitectura, la escultura y la moda de aquella época.
Con esta excusa de las Heras nos presentaba espacios arquitectónicos del Berlín de la época, mujeres glamurosas y un imaginario inventario de objetos preciosos confiscados a los judíos.
 

En palabras del propio autor "Germania nació de una imagen que me vino a la cabeza, que era la vista aérea nocturna de Berlín, de ahí se fue desarrollando todo el concepto y el fondo del proyecto, lo importante de ese periodo y no sólo en Alemania es que fue una época fundamental en la historia de occidente y que explica muchas cosas del mundo tal y como lo conocemos ahora".
Como a la mayoría de los artistas, a Alberto le cuesta definir su estilo, reconoce múltiples influencias de las que considera que ha sacado su sello personal. Entre ellas hay desde pintores de la Inglaterra victoriana hasta ilustradores de principios del siglo XX, pasando por el Barroco.


Artistas Pop, vanguardias Europeas, Art Deco, arte religioso Hindu, chino o egipcio, todo puede llegar a ser fuente de inspiración para este ilustrador. 
El autor considera que "en mis obras casi siempre hay una vinculación espacial con un entorno arquitectónico, ya sea real o imaginario, en otros trabajos hay más un desarrollo narrativo y eso tiene que ver con las influencias cinematográficas que también son muy importantes para mi".


De las Heras recuerda haber dibujado desde siempre, expresarse con el lápiz siempre ha sido más fácil que hacerlo por escrito o de palabra.
Aunque él ha aprendido a dibujar y pintar de forma autodidacta considera que la formación académica puede constituir un valor añadido. En su caso, la observación de los artistas clásicos ha supuesto la mejor escuela.
Igualmente se considera clásico en cuanto a las técnicas, principalmente lápiz y papel, ocasionalmente acuarela; materiales que le permiten tener una relación directa y real con la obra. A de las Heras no le va el mundo virtual o inmaterial, necesita mantener el contacto físico con lo que está haciendo si depender de tecnologías ajenas al proceso mismo.


En cuanto a cómo comenzó a trabajar con La Fresh Gallery, desde donde lleva desde los inicios de la galería, Alberto nos explica: "A Topacio (copropietaria de la Fresh Gallery)  la conozco desde antes de que abriese la galería, pero ella no me relacionaba con mis dibujos ni yo a ella con el mundo de las galerías. A raíz de mi expo en "La Casa de la Carne" de Carlos Diez y en "Mad is Mad" acabé exponiendo con ellos cuando se inauguró la Fresh Gallery."

El artista, que también ha expuesto en Bilbao, Valencia y Berlín, se considera un privilegiado por tener una galería fija donde exponer y vender. Confiesa que dedicarse al arte en Madrid, y aún más en provincias es una carrera de fondo, a veces agotadora.


Espero que como yo, os hayáis enamorado de la obra del creador de mi bonita gimnasta. Sólo me resta darle las gracias a Alberto de las Heras por el tiempo que me ha dedicado y por llevarnos a esos mundos a los que nos traslada con sus dibujos.

Hasta el próximo 28 de marzo podéis visitar "BIG" en la Fresh Gallery, la exposición con la que esta galería celebra su quinto aniversario y para la que han contado con Alberto de las Heras y otros habituales de la casa.
+info: http://albertodelasheras.blogspot.com.es/
          http://www.lafreshgallery.com/

domingo, 16 de febrero de 2014

In memoriam Tula

Reconozco, Tula, que a mí no me parecía de recibo gastarse un dineral en un cocker con pedigree habiendo tantos chuchos en la perrera que necesitan un hogar. Sin embargo, nada más verte metida en aquella cesta, una señorita con los ojos pintados, supe que seríamos grandes amigas. Y eso que al principio eras gruñona y retadora como tú sola, pero enseguida comprobamos aliviados que sólo eran travesuras de cachorro y afloró ese carácter dulce y noble que nos enamoró a todos.
Nadie le preguntó a Moncho y Amparo si querían un perro, llegaste por sorpresa en vísperas de Navidad, un complot de Rafa y Mosk, que encontraban la casa vacía y tristona tras la muerte del gato Misha. Amparo, madraza por encima de todo, dijo algo así como: "Yo no quería otra mascota, pero ya que está aquí y es tan bonita..." y automáticamente te acogió en su seno como a una tercera hija. 
A Moncho te costó un poco más conquistarlo, tuviste que seguirlo por toda la casa cinco o seis días, poniendo carita de buena y lanzándole esas miradas tuyas que derretían un iceberg, hasta que al fin no le quedó otra que rendirse. Desde ese momento y hasta el final fuiste la niña de sus ojos.
Para mí eras mi "ahijada", porque sin ser de la familia eras mi favorita, el perrín que los Reyes nunca me trajeron de pequeña. Para Rafa eras su "bailarina" por la forma en que meneabas el culete al oír las palabras mágicas: "correa" y "playa", que parecías la reina del Carnaval de Río. Porque mira que te gustaba ir a Salinas, deslizarte dunas abajo, cavar hoyos en la arena tan grandes que cabías dentro y volver a casa con una piedra como trofeo.
Tu pequeño jardín era tu castillo. En él reinabas persiguiendo jilgueros y lagartijas y tirándote a la bartola al sol del mediodía. Ni perros ni niños eran bienvenidos en tus dominios, que jamás quisiste novios ni competencia que te hiciera sombra. El cartero estaba en tu lista negra, pero del panadero aceptabas algún que otro soborno en forma de bollo preñao. En verano dormías en la caseta, en tu colchón mullido, a resguardo de los vientos. Con la primera helada te retirabas a los cuarteles de invierno, ya se encargaba Amparo de llevarte a la cocina en cuanto empezaba a refrescar.
Nunca nos cansábamos de comentar tus monerías, cosillas que hacen todos los perros del mundo, pero que en ti se nos antojaban extraordinarias, prueba irrefutable de que eras más inteligente que Rintintín y Lassie juntos. Y lista sí que eras, que los dos únicos trucos que te sabías: "Siéntate" y "Dame la pata" los administrabas sabiamente a cambio de comida. Siempre andabas a la caza de alguna chuchería, el pienso siempre lo consideraste un plan B, para cuando no había otra cosa. Yo tenía la osadía de regañar a mi suegra "Amparo, esta perra está engordando" y luego era la primera en pasarte tajadas de jamón y queso por debajo de la mesa.
Nunca fuiste perro de juguetes ni pelotas, sólo tenías un muñeco, un monito de peluche al que llamábamos la niñina de Tula. Lo tenías casi pelado de tanto darle lametazos. Y es que eras tan cariñosa que nos tenías a todos en el bolsillo, familia, amigos, vecinos, no había nadie que no te quisiera. 
Cuando tus dueños estaban de vacaciones montábamos un dispositivo para que no estuvieses sola. Yo me iba corriendo a verte en cuanto salía de la oficina  para encontrarte, la mayoría de las veces, en casa de la vecina, que ya te había dado un yogur para merendar. Algún fin de semana dormiste en mi casa, a los pies de la cama. El sábado por la mañana aprovechaba para pasearte orgullosa por Avilés, deseando encontrarme con algún conocido que me dijese lo guapa que eras.
Tula, estos trece años a tu lado se me han pasado volando, por eso cuando el sábado te vi tan malita me pilló desprevenida, me parecía mentira que llegase tan pronto el momento de separarnos. Pensé que nos quedaba más tiempo de estar juntas pero no me quiero poner sentimental porque tú me dabas una lección de alegría todos los días y me demostrabas lo poco que hace falta para ser feliz en esta vida.
No sé cómo será el Cielo de los perros. Yo te imagino en una playa interminable como la que sale en "To the Wonder"; eso sí, una en la que no haya temporada de baño para que puedas correr a tus anchas durante todo el año.

A ninguna de las dos se nos dan bien las despedidas, así que en vez de adiós prefiero decirte:
¡Hasta la vista, Tula!

viernes, 7 de febrero de 2014

Papelera Palermo, Buenos Aires

No sé de dónde me viene esta obsesión por los artículos de escritorio, pero lo cierto es que me ha acompañado toda mi vida y que se acentúa con los años.
Desde bien pequeña, mi mayor ilusión a principio de curso era ir a comprar un papel bonito para forrar mis libros de texto y estrenar libretas, lápices, gomas de borrar y toda la parafernalia que rodeaba la vuelta al cole.
Observaba con envidia las cuartillas Galgo y los sobres de papel tela que mi padre guardaba en el cajón del escritorio, con su nombre impreso en cursiva y el interior forrado de azul pálido. 

Pensaba que de mayor tendría un secreter en mi habitación, de esos que se cierran con una persiana y que allí me sentaría por las tardes a atender mi correspondencia, como una dama victoriana.
Pronto llegué a la conclusión de que iba a ser más práctico poner una mesa para el ordenador y la impresora y me rendí a la evidencia de que el papel de carta perfumado era ya tan poco práctico como la cinta limpiadora del radiocassette.
Pero por aquel entonces ni se me pasaba por la cabeza que a estas alturas no iba a tener ni una sola carta que responder, que dejarían de llegar postales de mis amigas en vacaciones y que  hasta el banco me enviaría los extractos por email.
En fin, supongo que hay que ir con los tiempos: hemos ganado rapidez pero ha sido a costa de perder mucho glamour.
Yo siempre tengo cuatro o cinco cuadernos sin estrenar, y no hay viaje del que no me traiga al menos uno de recuerdo. Afortunadamente, les voy dando salida poco a poco porque yo lo apunto casi todo y además soy una forofa de las listas.
Así que cuando me enteré que a diez minutos escasos de mi casa de Buenos Aires estaba la papelería más famosa de la ciudad, me fui corriendo a conocerla.
La Papelera Palermo, que así se llama por estar situada en Palermo Soho, cumple este año su veinte aniversario.
Doy este dato para que se entienda que Papelera Palermo no es uno de esos negocios "de diseño" que suelen proliferan como setas en los barrios modernos.
Para que os hagáis una idea, Palermo Soho es una oda al estilo hipster, chicos con gafotas que van en bicicleta, boutiques de diseñadores emergentes, restaurantes de comida orgánica, cupcakes, terracitas chic... Supongo que sabéis a qué me refiero.
En cambio, Papelera Palermo, aun siendo un lugar innovador y moderno, tiene ese halo de los talleres de artes gráficas de antaño, donde tú ibas a encargar tarjetas de visita y tu abuela a comprar el calendario zaragozano.
De hecho, siguen apostando por los papeles artesanos y utilizando técnicas tradicionales de estampación y tipografía.
Cada año comparten su buen hacer con más de mil alumnos que asisten a los talleres de la Casa de Oficios, donde se ofrecen cursos de encuadernación, confección de papel, serigrafía y otras tantas disciplinas relacionadas con el proceso de fabricación y transformación del papel.

En Papelera Palermo se puede comprar papel pintado con estampados exclusivos de la casa o bien productos terminados como cajas, álbumes de fotos o agendas.
Uno puede encontrar hasta cosas que no sabía que necesitaba, como esta maravilla de etiquetas con formas de animales.
También ofrece obra gráfica de varios artistas colaboradores de la casa, de los que se programan exposiciones temporales.
Y para clientes más especiales, se confecciona todo tipo de artículos personalizados y hasta libros de artista.

Otro fuerte de Papelera Palermo son los recuerdos de Argentina. Algunos de ellos son un guiño a la historia del país, empleando juguetes antiguos o recortes de tebeos y revistas. Y no os hacéis una idea de lo bonitos que envuelven los regalos, da pena abrirlos...
Otros hacen referencia a personajes ilustres de la nación, como Borges o la omnipresente Eva Perón.
A veces me pregunto qué sería de la Argentina sin Evita; y no me refiero a las mejoras que pudo haber hecho en vida, si no a ese icono en el que se ha convertido, que atrae a los turistas como la miel a las moscas.

En materia de souvenirs en España nos queda mucho que aprender. Para ser una de las potencias turísticas del mundo, los regalos que les ofrecemos a nuestros visitantes, en mi opinión, dejan bastante que desear. 
Resumiendo, con todo esto que os he contado, ya os imaginaréis que no me fui de Papelera Palermo con las manos vacías. Pues no, me compré varias cosas.
Entre otras un cuaderno de Evita donde seguir haciendo mis listas... ¡es que no tengo remedio!
PAPELERA PALERMO
José Antonio Cabrera, 5227
Palermo
Buenos Aires