domingo, 30 de mayo de 2010

Queso y Vino en Avilés

Hay pocas palabras del diccionario español que mariden tan bien como esas dos: "queso" y "vino". En Avilés, cada año tenemos la suerte de degustar una gran variedad de ambos en la Feria del Queso y el Vino, que tiene lugar este fin de semana (28, 29 y 30 de Mayo) en el Pabellón de la Magdalena, un espacio fantástico para ferias y exposiciones desde su completa remodelación el año pasado que, en mi opinión, está algo desaprovechado.
El vino siempre me ha gustado, pero este certamen es el culpable de que yo sea fan incondicional del queso en general y de los quesos artesanos asturianos en particular. Hasta hace poco más de diez años no lo podía ver ni oler ni en pintura, pero probando, probando, hace tiempo que llegué a la conclusión de que es un manjar de dioses. Ahora no puedo vivir sin él, y nada de tierno ni cremoso... cuanto más fuerte mejor. Donde esté un buen queso azul o uno viejo de oveja, que se quite el resto.

Una vez que llegas a la feria, es un verdadero dilema elegir entre semejante despliegue. Esta fue mi elección de ayer por la tarde, por si os sirve de ayuda:

Empecé con un queso asturiano, cremoso con un punto ácido y un toque de pimentón, el afuega'l pitu picante. Aunque Asturias es la zona quesera de Europa por excelencia, le fui infiel con un manchego curado de oveja en aceite, para luego rematar con el mejor queso azul del mundo, el Cabrales.
En cuanto a los vinos: la Planta de Arzuaga, (D.O. Ribera del Duero) elaborado por la bodega Arzuaga Navarro; Atrium, (D.O. Penedes) de la omnipresente familia Torres y Bécquer, un vino de autor producido en la Rioja por la bodega Escudero.

¡Ufff!, menos mal que sólo es una vez al año.

martes, 18 de mayo de 2010

London kills me

El título de esta novela de Hanif Kureishi me viene al pelo para describiros cómo me siento estos días. Estoy preparando un viaje a Londres para dentro de un mes; así que ando loca buscando apartamento, coordinando vuelos, rezando para que se alejen las cenizas del volcán islandés... Eso me ha traído recuerdos de todos los veranos que pasé en la capital británica en mis tiempos de estudiante y me he puesto un poco nostálgica.

En el verano de COU, me encontraba haciendo unos cursos de inglés en Oxford y unas amigas y yo decidimos tomar un tren a Paddington para pasar el Sábado en la ciudad.


Apenas tuve tiempo de visitar el Museo de Cera y comprarme mis primeros Dr. Marteens en Carnaby Street, pero en aquella visita relámpago Londres me cautivó para siempre.

Direis que una mocosa de diecisiete años es fácil de impresionar, y teneis toda la razón, ya que por aquel entonces ni siquiera conocía Madrid. Pero no sólo se trataba del encanto de una ciudad grande, era algo más: la sensación de haber encontrado un hogar a muchos kilómetros de mi casa, un lugar al que yo podía pertenecer. Y para ser sincera, con mi color de pelo y de tez, nadie se daba cuenta de que era extranjera hasta que no abría la boca.

A partir de entonces, y durante muchos años, tuve la firme convicción de que algún día terminaría viviendo allí. Volví muchos otros veranos, casi todos los de la Universidad y aunque nunca me quedé definitivamente, guardo recuerdos imborrables de aquellos días.
Compartir piso con una amiga, jugando a ser mayores por primera vez; cambiar los castellanos y la austriaca de niña buena por botas militares y chupa de cuero, tatuarme, encontrar el amor verdadero tres veces por semana, alimentarme de fish & chips y pizza de una libra para gastarme todo el dinero en ropa y cerveza... En resumen, aprender a vivir, o al menos hacer unas prácticas de la vida. En Londres hice todas esas cosas que uno debe hacer antes de los veinte, porque no tiene sentido hacerlas después de los cuarenta. Hoy, viendo estas fotos y repasando el plano del metro, las estoy reviviendo todas.

Para mí la ciudad se ha quedado congelada en los tiempos del grunge, así que no sé muy bien lo que me voy a encontrar; será un shock descubrir la Tate Modern, el London Eye y todas las sorpresas que me aguardan, pero también echaré de menos las cosas que han desaparecido para siempre, como mi bar favorito o mis amigos de entonces.
Este verano, cuando vuelva a cruzar Leicester Square quince años después, cuando me tumbe en la hierba de Hyde Park o me tome una pinta de cerveza, seguro que me acordaré de Natalia y Mónica, y de los buenos ratos que pasamos juntas.
Nota: Te lo advierto: ¡Ni se te ocurra juzgar mis fotos! ¿qué pinta tenías tú en los noventa?

sábado, 8 de mayo de 2010

Salvador Dalí, obra gráfica

Muchos avilesinos no saben que, desde el año 2003, nuestra ciudad cuenta con una magnífica sala de exposiciones.

Se trata del Centro Municipal de Arte y Exposiciones (CMAE), situado en la calle Llano Ponte, 49.

Desde el pasado Viernes 30 de abril hasta el 29 de mayo, esta sala nos muestra treinta y dos grabados y litografías del genial Salvador Dalí (Figueres 1904-Girona 1989), todos ellos creados en la década de los 70.



El mismo Dalí decía tener "la curiosidad universal de los italianos del siglo XV", así que no es de extrañar que a lo largo de su vida, además de la pintura, tocase palos tan variados como:


la orfebrería, el cine, la escultura, la literatura o el grabado.

La exposición se engloba en torno a cinco bloques argumentales:
DON QUIJOTE: No sabía de la fascinación de Dalí por este personaje, pero parece lógico que se sintiese identificado con él, ya que ambos veían la realidad a través de su particular prisma de sueños y fantasía.

GALA: Si Don Quijote tenía a Dulcinea, Dalí también tenía a su dama, la rusa Elena Ivanovna Diakonova, Gala; a la que conoció en 1929 y desde entonces hasta su muerte fue esposa, musa y modelo para muchas de sus obras.

EROTISMO: Sexo y amor son protagonistas de la obra daliniana. Las obras de la serie "Los enamorados", retratan a parejas tan conocidas como Adán y Eva o Marco Antonio y Cleopatra.



RELIGIÓN: Los temas religiosos, y por encima de todo la figura de la muerte, se repiten una y otra vez en la obra del artista.


SURREALISMO: Del interés de Dalí por el psicoanálisis y la psicología, surgen algunos de estos grabados, que reproducen elementos tan característicos suyos como los relojes blandos, los elefantes de largas patas o los cajones saliendo de un cuerpo humano.


Os recomiendo a todos una visita al CMAE para visitar la exposición "Salvador Dalí. Obra gráfica" y aprovecho la ocasión para felicitar a Jorge Iván Argiz por lo bien que gestiona esta sala.

sábado, 1 de mayo de 2010

Cuba: De Pinar del Río a Baracoa

Hacedme un favor: si alguna vez viajais a Cuba, no os conformeis con uno de esos combinados de una semana La Habana-Varadero.
No me malinterpreteis, La Habana es una ciudad preciosa y por supuesto que me encanta alojarme en un cinco estrellas, pasear por el malecón y beber Daikiris en el Floridita, como a todo el mundo. Pero hay tantos otros lugares que descubrir, que sería una pena perdérselos.


En el verano de 2005, me aventuré con mi fotógrafo de cabecera y recorrimos la isla en coche de cabo a rabo, de Pinar del Río a Baracoa; visitando aquellos pueblos a donde no llegan los turistas de paquete vacacional, sólo los verdaderos viajeros.
De Oeste a Este, provincia a provincia, íbamos viendo como cambiaba el paisaje, el clima, el color de la piel, el acento...


El verde de las plantaciones de tabaco de Viñales, el rojo de las montañas que rodean el Santuario de Nuestra Señora del Cobre, el gris del Yunque de Baracoa oculto entre nubes, el azul de las aguas de Cayo Guillermo donde pescaba Hemingway, los colores pastel de las mansiones coloniales de Cienfuegos. No sabría con cual de esas estampas quedarme.

Además de mis fotos, me traje mil recuerdos de ese viaje: noches escuchando son cubano en la Casa de la Trova de Trinidad, un recorrido por las calles de Santa Clara con un anciano que vivió el día del asalto al tren blindado, niñas posando en el día de su quince, abuelos jugando al dominó a la puerta de sus casas.

Desoyendo los consejos del personal de la oficina de alquiler, recogíamos a cuantos autoestopistas se cruzaban en nuestro camino. En un pais donde el transporte es un problema de estado, uno se ve obligado a contribuir en lo posible.

No estamos hablando de mochileros ni maleantes, sino de enfermeras, policías o profesores que salen de su casa con tres horas de antelación y se plantan en un cruce de caminos con la esperanza de que un camión o un coche particular los ayude a llegar a tiempo a su centro de trabajo.

Cada noche dormíamos en una casa particular, en la que nos acogían como a dos miembros más de la familia. El padre nos mostraba orgulloso su Ford de los años 50 y la madre nos recibía en las sala con un juguito de mango de su jardín.
Sentados en las mecedora del porche después de la cena, nos daban las tantas en tertulias interminables, donde nos hablaban de los apagones, del racionamiento, de los ausentes que se habían ido a Miami y de los hijos casados que querían independizarse pero seguían con ellos por la escasez de vivienda.

Pero mis grandes amigos durante aquellos días fueron los niños. No me cansaba de hacerles fotos con su uniforme del colegio, de preguntarles sobre la escuela, sobre sus estudios de danza o sus entrenamientos de beisbol, de regalarles chucherías que allí son un tesoro:
un globo, un pasador para el pelo, un bolígrafo. Cosas tan insignificantes para mí, que hasta me sentía mal cuando recibía una sonrisa y un abrazo a cambio.
Se les veía felices ayudando en las tareas de la casa, saliendo a jugar al balón y a deslizarse por el suelo de la plaza en una tarde de lluvia. Yo no sabía que quedaban niños así, sanos y respetuosos con sus mayores, que nunca han visto una Playstation ni falta que les hace, capaces de divertirse con las cosas más sencillas.

Así fue como conocí la Cuba real, que no es ni la de los folletos de viajes ni la de la propaganda de Fidel; sino la de esa gente maravillosa que lucha cada día por salir a flote sin perder el buen humor.